Si hace unos días tarareábamos el “nana nanana nananana”
(léase entonando GOT) y suplicábamos en bikini que el Winter llegara ya, hoy ha
llegado la navidad, si, aquí no hay término medio, del bikini a las botas de
agua, del plumas al pantalón de colorines, así funcionamos.
Cada vez más temprano vemos como los adornos navideños se
instalan en los escaparates, menos mal que se nos ha dado por celebrar
Halloween y así retrasamos unos días la nieve, los acebos, las bolitas rojas y
a Rudolph.

NO quiero acercarme
al súper, me da miedo. No soy fuerte, en lo que a alimentos hipocalóricos y
engordativos se refiere soy la persona
más débil del mundo.
Hace 5 días que se fue el veroño y ya estamos comprando
bolitas de navidad para el árbol, haciendo la lista de los reyes magos (si me
leéis queridos señores de oriente, quiero unos tenis de running, de los buenos,
no esas mierdas de reebook que tengo desde el instituto y que no me dan roto y
un libro, ya sabéis que la cultura es bien), llenando nuestras despensas de
surtidos de turrones con pintazas que queremos creer que llegarán a diciembre,
desempolvando los vestidos de fin de año y haciendo nuestras listas de buenos
propósitos…
Queridos, estamos en noviembre, las cosas a su tiempo.
Y ahora confesad, ¿Cuántos habéis comido ya trapalladas
navideñas?