viernes, 7 de noviembre de 2014

Wiiiii guiiiiislluuuuu a Morri Crismas....

Si hace unos días tarareábamos el “nana nanana nananana” (léase entonando GOT) y suplicábamos en bikini que el Winter llegara ya, hoy ha llegado la navidad, si, aquí no hay término medio, del bikini a las botas de agua, del plumas al pantalón de colorines, así funcionamos.
Cada vez más temprano vemos como los adornos navideños se instalan en los escaparates, menos mal que se nos ha dado por celebrar Halloween y así retrasamos unos días la nieve, los acebos, las bolitas rojas y a Rudolph.

Hoy, en mi casa se ha instalado oficialmente la navidad, sí, he comido los primeros, que no últimos, polvorones de las navidades 2014. Eran solo 5, o 6, no sé, están en mi estomago ya, pero que remordimientos me han entrado ahora que los he engullido, ¿Por qué? Pues porque si la navidad empezara a instalarse en nuestros hogares a golpe de 15 de diciembre no habría pecado en esos industriales y calóricos pero absolutamente deliciosos mantecados, ojo, ya he visto turrones de suchard nuevos.

 NO quiero acercarme al súper, me da miedo. No soy fuerte, en lo que a alimentos hipocalóricos y engordativos  se refiere soy la persona más débil del mundo.

Hace 5 días que se fue el veroño y ya estamos comprando bolitas de navidad para el árbol, haciendo la lista de los reyes magos (si me leéis queridos señores de oriente, quiero unos tenis de running, de los buenos, no esas mierdas de reebook que tengo desde el instituto y que no me dan roto y un libro, ya sabéis que la cultura es bien), llenando nuestras despensas de surtidos de turrones con pintazas que queremos creer que llegarán a diciembre, desempolvando los vestidos de fin de año y haciendo nuestras listas de buenos propósitos…

Queridos, estamos en noviembre, las cosas a su tiempo.


Y ahora confesad, ¿Cuántos habéis comido ya trapalladas navideñas?